Las cartas de Dickens en el brote de difteria de 1856, más actuales que nunca.

A veces hay que mirar al pasado para aprender a encarar el presente. Pues algo así sucede con unas cartas escritas por Charles Dickens ante el brote de difteria surgido en Boulogne-sur-Mer, en la costa norte de Francia, en 1856 y que se extendió por todo el mundo (¿a qué os suena?).

Para situarnos, la difteria, también conocida como dolor de garganta maligno o de Boulogne y fiebre de Boulogne, es el nombre que recibe la membrana correosa que se crea en la laringe por una infección bacteriana. Era una enfermedad grave y a menudo mortal, además de ser muy contagiosa por contacto directo o a través de micro gotas (de nuevo, ¿a qué os suena?).

Una enfermedad extraña y espantosa está causando muertes en todo el mundo. Los médicos están divididos y es difícil establecer una fotografía precisa de lo que está ocurriendo. Las autoridades tratan de evitar el pánico, los viajes se han visto interrumpidos y hay noticias falsas por doquier.

Así se refería el escritor británico a la enfermedad y la situación que estaba generando. Dickens y su familia se encontraban en Boulogne cuando surgió el brote, y aunque en su carta reconocía que las condiciones de higiene de la casa eran óptimas, no dudarían en abandonarla si se lo sugería el doctor Sir Joseph Olliffe, a quien estaba dirigida. La misiva estaba además ilustrada con ejemplos de casos reales de conocidos británicos que también se encontraban en el epicentro del brote (en aquella época Boulogne era un lugar muy frecuentado por ingleses).

Imagen de la carta de Dickens, del 24 de agosto de 1856.

La rápida propagación de los casos en Francia e Inglaterra hizo que la investigación científica se intensificara con el paso de los años, pero eso no evitó que en un principio las autoridades francesas minimizaran la expansión de la enfermedad y la prensa se llenara de noticias que más que informar desinformaban, algo a lo que Dickens, que además de escritor era periodista, también hizo referencia en su carta.

No se desarrolló una vacuna contra la difteria hasta 1920 y no se suministró a escala internacional a todos los niños y de manera gratuita hasta 1940, mientras tanto tuvieron mejores cartas para salir bien parados de la enfermedad aquellos que extremaron las medidas de precaución.

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