Como cada 8 de marzo dedicamos nuestro blog a resaltar la importancia del papel que ha tenido la mujer en diferentes campos: la ciencia, la tecnología… Este año se lo dedicamos a las escritoras, las que abrieron camino, las que en un principio pasaron desapercibidas, las que tuvieron que ocultarse. Seguid leyendo, porque algunos nombres os van a sorprender.
No es ningún secreto que durante mucho tiempo las mujeres estaban relegadas a las tareas domésticas, el matrimonio y la crianza de los hijos, sin acceso a la educación y sin la posibilidad de realizarse en un trabajo. Y la literatura no era una excepción. Decía Virginia Woolf al respecto que «durante la mayor parte de la historia, anónimo era una mujer», y es muy probable que a muchas grandes autoras no las lleguemos a conocer nunca por estar escondidas detrás de ese anónimo para poder publicar su obra. Otras sí que lo consiguieron, pero de diferentes formas, vamos a hacer un repaso.
A estas alturas todos conocemos a las hermanas Brontë: Charlotte, Emily y Anne, autoras de «Jane Eyre», «Cumbres Borrascosas» y «Agnes Grey», respectivamente, pero ¿sabíais que en su momento tuvieron que publicar sus obras bajo los nombres de los hermanos Currer, Ellis y Acton Bell?
El británico George Eliot, autor de las obras «Silas Marner» o «Middlemarch» entre otras, era en realidad la británica Mary Ann Evans, que utilizó el nombre de su pareja junto con Eliot porque le parecía que ese sonido «llenaba la boca». También en el siglo XIX, también George pero esta vez en Francia, nos encontramos con George Sand: Aurore Dupin, baronesa Dudevant y autora de más de 140 novelas.
¿Os suena «Memorias de África»? Novela en la que se basó la popular película escrita por Isak Dinesen… sólo que en realidad su autora era Karen Christence Blixen-Finecke. Llegó a ser candidata al Nobel e incluso Hemingway trató de que se lo otorgaran a ella el año que fue premiado.
La catalana Caterina Albert escribió su monólogo «Infanticida» bajo el pseudónimo masculino de Virgili Alacseal. Al igual que Cecilia Böhl de Faber y Larrea escribió sus obras con el nombre de Fernán Caballero.
Si os pensábais que esto de escribir bajo nombres de hombres era cosa delpasado lejano, os equivocáis. La mismísima autora de la saga «Harry Potter» tuvo que ocultar su verdadera identidad bajo el nombre J.K. Rowling e incluso publicó una novela para público adulto bajo el pseudónimo Robert Galbraith. Aunque mucho más llamativo es el caso de J.T.Leroy, Jeremiah Terminator Leroy, toda una celebridad de la vida cultural y artística de Nueva York a finales de los 90 con sus novelas autobiográficas sobre la prostitución y la drogadicción. En realidad se trataba de la escritora de 41 años Laura Albert, quien había llevado la historia tan lejos que incluso su cuñada concedía entrevistas vestida de hombre y el pastel no se descubrió hasta 2005 (hay hasta una película sobre su historia).
Otras muchas corrieron otra suerte: la de verse obligadas a ceder su obra a sus maridos o las que directamente fueron ignoradas porque estaban casadas con escritores. Ejemplo del primer grupo es la francesa Colette, casada con el también escritor Gauthier Villars quien al ver el talento de la joven la convenció para escribir una serie de novelas inspiradas en su niñez llamada «Claudine» y que finalmente serían firmadas por él, tras su divorcio ella consiguió publicar «Diálogos de animales» con su auténtico nombre. Ejemplo del segundo caso es Simone de Beauvoir, casada con Jean Paul Sartre, y símbolo de la lucha feminista.
Algunas otras corrieron incluso peor suerte ante la adversidad, como el caso de Emily Dickinson, quien en vida nunca dejó que su obra fuera leída. Ella y Sylvia Plath decidieron poner fin a sus vidas, ante la dificultad de seguir adelante con su obra literaria siendo quienes eran y escribiendo como lo hacían.
Y vosotros, ¿conocéis algún otro caso?