Ismael Ruiz Arroyo, un profesor de la Facultad de Lenguas y Educación de Nebrija, se pregunta porqué los docentes levantan la voz, por encima de la de sus estudiantes, para pedir silencio en el aula.
Y es que si lo piensas bien, es una contradicción, pero considerando que poner en práctica el silencio en las aulas de institutos es una misión muy compleja, y a la vez muy necesaria para llevara cabo una comunicación eficaz, ¿Cómo podría llevarse a cabo sin que los docentes se dejen la garganta en el intento?
Si atendemos a los estudios relacionados con la comunicación no verbal, como el de Birdwhistell, afirman que un muy alto porcentaje de la información que transmitimos al comunicarnos con los demás es no verbal: entonación, gestos, posturas o nuestro anhelado silencio. Por ello, podemos buscar estrategias comunicativas que no sean sinónimo de quedarnos sin voz al terminar nuestra jornada laboral.
Por ejemplo, unos brazos cruzados con un gesto serio delante de ellos puede ser muy efectivo, o mantenerte callado durante un rato, manteniendo la calma y el contacto visual con el grupo o el alumno inquieto, o crear un rutina con la clase, dar una palmada, por ejemplo, y que ellos te respondan con otra siendo esta última el comienzo del pacto para el silencio.
Por supuesto, los alumnos no siempre tienen que permanecer en silencio, también es importante darles un tiempo al día para que se puedan comunicar entre ellos.