Tras haber vivido casi 40 años en Madrid, y habiendo estado involucrada en la enseñanza del inglés durante todo este tiempo, siento que puedo comentar con algo de claridad sobre la eterna «asignatura pendiente» que es, para un gran número de los españoles, el inglés.
¡Ánimo! El problema no es que la nación tenga una incapacidad intrínseca para asimilar lo que es, sencillamente, otra lengua europea.
En mi opinión, la causa principal es que nuestro cerebro funciona razonando y, para aprender algo bien y de una manera duradera, debemos entender cómo funciona.
Enseñar cualquier cosa es una experiencia maravillosa. Significa que una persona bien informada pueda transmitir conocimiento a otro cerebro, de un chip a otro, sin cables de por medio. Y, cuando esa conexión se ha establecido, la satisfacción es mutua. Uno es instruído y el otro se siente gratamente triunfante. Pero el proceso requiere la armonía de ambos factores. Los profesores deben ser expertos y los alumnos deben querer aprender y dedicar el esfuerzo necesario a ello. Nada puede conseguirse con éxito sin esta aportación mutua.
El idiomas inglés NO tiene más excepciones que reglas, aunque lo piense la mayoría de los españoles. Las reglas no siempre se enseñan de manera clara, y lamentablemente, en algunos casos, aquellos que están enseñando no han sido preparados adecuadamente con este conocimiento necesario para su trabajo. Aún más triste es que muchos no corrigen este déficit preparándose a sí mismos.
Enseñar es gratificante pero, como en cualquier trabajo bien hecho, nuestras habilidades deben ser refinadas constantemente hasta el final de nuestra carrera profesional.
En el caso del alumno, existe el problema del tiempo y la cuestión del esfuerzo. Hoy nadie tiene tiempo. Hay demasiadas cosas y demasiado conocimiento al alcance de la mano. El esfuerzo es una cuestión de actitud mental y auto empuje.
Pero, si el profesor enseña adecuadamente, y el alumno da algo de sí mismo, el éxito está garantizado.
Kathleen T. Smyth.
Fundadora de Smyth Scene.