Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora o simplemente Día Internacional de la Mujer, que conmemora la lucha de la mujer por conseguir la igualdad con el hombre en la sociedad, ¿pero sabemos cómo surgió esta celebración?
En realidad el origen no está muy claro y hay varias versiones. También hay muchos antecedentes que contribuyeron a la celebración de este día: las mujeres reclamando igualdad durante la Revolución Francesa en 1.789, los movimientos reivindicativos de las mujeres en el movimiento obrero y la lucha por el sufragio femenino, en marzo de 1.857 la marcha de las mujeres trabajadoras del sector textil en Nueva York, las protestas por el incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nuevo York el 25 de marzo de 1.911 en el que fallecieron 146 mujeres…
Aunque a lo largo de la historia, se han celebrado diversos Días de la Mujer en diferentes fechas y lugares (el 3 de mayo de 1.908 en el teatro Garrick de Chicago, 28 de febrero de 1.909 en Nueva York entre otros), no fue hasta 1.910 cuando en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague cuando se proclamó el 8 de Marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. De la misma fecha destacan nombres como el de Clara Zetkin o Rosa Luxemburgo (en la foto).
Durante los años posteriores, diferentes países se fueron uniendo a la celebración de este día: Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza en 1.911, Rusia en 1.913, en la UNión Soviética en 1.917, China se sumó en 1.922, España en 1.936… En 1.975, Año Internacional de la Mujer, la ONU pide una institucionalización del Día Internacional de la Mujer, aunque en Estados Unidos, por ejemplo, no se logró hasta 1.994.
En España, el 8 de marzo tiene además un significado especial. El día 8 de marzo de 1.910 (poco después de que se nombrara consejera de Instrucción Pública a Emilia Pardo Bazán), se aprobó la real orden mediante la cual las mujeres podían acceder a la Enseñanza Superior en igualdad de condiciones que los hombres. Esta orden ponía fin a los años en los que, aunque no lo tenían prohibido, no se contaba con que una mujer «necesitara» tener estudios, una suspensión temporal de su acceso a la Enseñanza Superior y un posterior levantamiento de esta prohibición con la condición de que las mujeres sólo podían cursar Estudios Superiores dentro del marco de la enseñanza privada y con la autorización de sus profesores. Se acababan así años de discriminación, que dieron historias como la de Concepción Arenal, que en 1.849 se disfrazó de hombre para estudiar Derecho en la Universidad de Madrid.