Y esa mujer era Carmen de Burgos, con una de las biografías más intensas e interesantes que hemos visto últimamente.
Nacida en Almeria el 10 de diciembre de 1867 en el seno de una «buena familia», fue una adelantada a su tiempo y no tuvo reparos a la hora de demostrarlo.
Recibió una educación propia de su clase, se casó muy joven con el periodista Arturo Álvarez Bustos, con quien colaboró en su periódico «Almería Bufa». Durante su matrimonio cursó sus estudios de Magisterio como alumna libre en Granada, obtuvo los títulos de Maestra elemental en 1895 y de Maestra superior en 1898, compaginó su labor periodística con la dirección del colegio privado de niñas Santa Teresa en Almería y en mayo de 1901 ingresa por oposición en la Escuela Normal de Guadalajara como profesora, durante todo este tiempo destaca por sus ideas pedagógicas. Es el mismo año en el que, tras la muerte de su hijo, abandona a su marido infiel tras un tortuoso matrimonio y empieza una nueva vida independiente con la que se convierte en su única hija María Álvarez de Burgos. Obviamente, un escándalo en la época.
Tras varios viajes de ampliación de estudios al extranjero y constantes idas y venidas a la capital para formar parte de la vida intelectual de la misma, Carmen se traslada a Madrid con su hija en 1909. Durante esos años también continúa con su formación y ejerce de docente en diferentes centros, mientras que su nombre se va haciendo poco a poco conocido en los círculos intelectuales.
Su vocación no era la de ser maestra, sino escritora. Y escribió mucho: traducciones, colaboraciones en la editorial Sempere de Blasco Ibañez, artículos en diversos periódicos («La Correspondencia de España»; «El Globo», «El País», etc.) y en 1904 se convirtió en redactora de «El Diario Universal» con una columna diaria en primera página titulada «Lecturas para la mujer» bajo el pseudónimo de Colombine, su pseudónimo más conocido. La primera mujer redactora en plantilla de un periódico. Y no solo eso, la primera mujer corresponsal de guerra: después del desastre del Barranco del Lobo en 1909 en el Rif, Carmen fue a Melilla como corresponsal para el diario «El Heraldo de Málaga» desde un punto de vista antibelicista.
Desde sus artículos dejó claro su interés por temas sociales, no en vano llegó a ganarse el apodo de «La divorciadora», reclamando la legalización del divorcio, el voto femino, etc. pero su obra literaria no se limita a su labor periodística, escribió también multitud de ensayos, novelas como «Los inadaptados» de 1909 o «Puñal de claveles» en 1931 que sería la inspiración de Lorca para su «Bodas de sangre», por ejemplo, casi un centenar de novelas cortas…
Se rodeó de nombres ilustres de la época como Pérez Galdós, el ya mencionado Blasco Ibañez, Juan Ramón Jiménez, Sorolla, Ruben Darío, Emilia Pardo Bazán o Ramón Gómez de la Serna, 20 años más joven que ella y con quien mantuvo una escandalosa relación sentimental durante años y que terminó por convertirse en una amistad hasta el fallecimiento de Carmen de Burgos el 9 de octubre de 1932, tras sufrir una indisposición el día 8 mientras participaba en una charla sobre educación sexual en el Círculo Radical Socialista y después de que tres médicos, entre ellos su amigo Gregorio Marañón, no pudieran hacer nada por salvarle la vida.
Fue pionera en algo más, con la llegada del franquismo Carmen de Burgos con todos sus pseudónimos (Colombine, Gabriel Luna, Raquel, Honorine, Marianela, o Perico el de los palotes), fue la primera mujer española que aparecía en las listas de autores prohibidos durante el regimen y, al contrario de lo que ha sucedido con muchos integrantes de esa lista, su nombre, su reputación y su obra no han sido reconocidos de la misma manera incluso 150 años después de su nacimiento, motivo por el que sigue siendo una desconocida para muchos de nosotros.