El ex jugador de baloncesto profesional de la Liga ACB Iñaki Zubizarreta cuenta en primera persona como antes de llegar a ser el exitoso deportista que todos conocemos era un niño de 11 años que sufría acoso escolar por su tamaño, obviamente mayor que el del resto de compañeros de su edad. Insultos, humillaciones, «bromas» sin ninguna gracia, palizas que incluso le llevaron a pasar 2 días en coma en la UCI, todo esto ante la «mala gestión» de una profesora que no solo no buscó medios para frenar la situación sino que la alimentó castigándole sin recreos porque «por su tamaño, envergadura y fuerza» podría hacer daño a otros niños, además de consultar con un psicólogo sin el permiso parental y decidir que ese niño de 11 años debía tener algún problema de desarrollo mental porque no se comportaba de acuerdo a su tamaño, sin considerar su edad. En medio de una complicada situación familiar y mucha soledad, Zubizarreta niño llegó a su límite a punto de saltar desde un acantilado… pero afortunadamente en el último momento decidió no hacerlo, no dejarse vencer, encontró en el baloncesto la aceptación necesaria y triunfó.
Y hoy, años después y sin rencor, cuenta su vivencia no por lo que le pasó a él sino para evitar que les pase a más niños. Colabora activamente con la ACB y la Asociación NACE en la campaña «Actuamos Contra el Bullying» impartiendo charlas en centros educativos y dando visibilidad al asunto.
Las recomendaciones que da desde su experiencia son principalmente dos: para los más jóvenes, si estáis viviendo una situación de acoso no os calléis, contadlo, pedid ayuda, hay más gente dispuesta a echar una mano de la que la desesperación hace creer, si sois testigos denunciad, eso no os convertirá en chivatos sino que estaréis ayudando a alguien. Y para los más mayores, observad posibles cambios en vuestros hijos y comunicaos con ellos, pueden estar pasándolo mal y no saber cómo solucionarlo.
Os recomendamos ver la historia de superación de Zubizarreta al completo y recapacitar en la cuántos niños lo consiguen y cuántos no, y qué responsabilidad tenemos como adultos: