Su nombre se hizo especialmente popular gracias a la película «Figuras Ocultas» (2016), aunque ya en 2015 el ex presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, le impuso la Medalla de la Libertad, máxima condecoración civil por su labor.
Y es que aunque en un principio pasó desapercibida, el trabajo de Katherine Johnson fue de vital importancia.
Nacida en Newport News, Virgina Occidental, en 1918, demostró su brillantez desde muy temprana edad: a los 14 años entró a estudiar matemáticas a la Universidad de West Virginia, donde también estudió un posgrado convirtiéndose en la primera afroamericana en conseguirlo. Ejerció de profesora hasta que se enteró de que existían puestos vacantes en el Comité Asesor Nacional de Aeronaútica (la actual NASA), donde también fue una pionera. Ni su género ni su raza la frenaron.
Con reglas de cálculo, papel y calculadora, Johnson fue una de las científicas afroamericanas que hasta 1958 trabajaban segregadas en una oficina de computación. Calculó las trayectorias de cohetes y órbitas terrestres, en los años 60 fue quien calculó la trayectoria para la misión Redstone 3 que llevó a Alan Shepard a convertirse en el primer estadounidense en ir al espacio. En 1962 verificó a mano los cálculos de un arcaico IBM que diseñó las órbitas de vuelo de John Glenn alrededor de la Tierra. El gran público no la conocía, pero el propio Glenn exigió que fuera «la chica» quien revisara los datos.
Su trabajo fue esencial en la misión del Apolo 11 en la Luna, la que marcó la victoria estadounidense ne la carrera espacial contra la Unión Soviética. Katherine Johnson trabajó una media de 14 horas al día en los cálculos que llevarían y traerían de vuelta a Neil Armstrong y su equipo.
Una vida apasionante, un gran referente que afortunadamente ha sido reconocido en su larga vida, que ayer terminó cuando Katherine Johnson tenía 101 años de edad.