En un mundo en el que la comunicación está a un golpe de click en nuestros dispositivos móviles, hay que tener cuidado con lo que nos creemos de todo lo que leemos. Y de la manera en la que comentamos las noticias cuando lo hacemos.
Todos tenemos la capacidad de argumentar, pero no siempre lo hacemos correctamente, ya sea por escrito o de manera oral. Diversos factores ya sean emocionales o de otra naturaleza nos pueden llevar a emitir argumentos o conclusiones que parecen correctos pero que no lo son. Son las llamadas falacias y en nuestros próximos artículos os vamos a contar más sobre ellas.
Para detectarlas y evitarlas en lo primero que deberíamos fijarnos es en si se trata de un texto/discurso argumentativo, esto es, que nos estén dando argumentos para convencernos de algo. Lo segundo es identificar si realmente hay un argumento.
Dentro de las falacias existen dos grandes categorías, las formales y las no formales. Vamos a comenzar por las primeras.
Una falacia no formal es aquella en la que el error del razonamiento tiene que ver con el contenido de las premisas, es decir, que lo que se expresa en los argumentos no permite llegar a la conclusión expuesta. Entre las falacias no formales las más populares son:
- ad ignorantiam: en la que se intenta dar por verdadera una idea solo porque no se puede demostrar que es falsa.
- ad verecundiam: la que vincula la veracidad de lo dicho a la autoridad de quien la defiende, a modo de garantía absoluta.
- ad consequentiam: la que intenta hacer ver que la validez o no de una idea depende de si lo que se puede entender de ella resulta deseable o no.
- generalización apresurada: que no está fundamentada en datos suficientes.
- del hombre de paja: en la que no se critican las ideas del oponente si no que se hace de una imagen caricaturizada y manipulada de estas.
- post hoc ergo propter hoc: aquí se da por seguro que si un fenómeno sucede después de otro es por su causa, aunque no haya pruebas.
- ad hominem: en la que se niega que ciertas ideas o conclusiones sean ciertas resaltando sus características negativas (generalmente distorsionadas) de la/s persona/s que las defiende.
En nuestro próximo artículo os contaremos más sobre las falacias formales, ¡prometido!